Primero le diría a mi hijo que son hermosas. Si respondieran con una burla o un desacuerdo, les diría DE NUEVO que creo que son hermosas. Y luego preguntaría por qué piensan que no lo son. Y cómo los hace sentir. Y lo que “desean” sentirían; Lo que desearían obtener como retroalimentación del mundo.
Y luego haría todo lo posible para explicar que, aunque creo que son hermosas, la belleza importa mucho menos que muchas otras cosas en la vida. Y que su autoestima debe venir, primero, no de la forma en que se ven, y segundo, NUNCA de lo que un grupo de personas les dice sobre su apariencia, porque las opiniones de las personas (y la forma en que expresan esas opiniones) son impulsadas por muchos factores que no tienen nada que ver con la forma empírica en que se ve alguien.
Y luego les diría que son hermosos, pero que la configuración de su cara / cuerpo es lo que valoro MENOS de ellos: es mucho más importante que sean dulces, inteligentes, curiosos, amables, cariñosos y compasivos. Trabajadora y genuina y tenaz. Y que los quiero mucho, mucho. Y que algún día, antes de lo que puedan imaginar, será más fácil vivir en su piel.
Y, por supuesto, si durante esta conversación me doy cuenta de que mi hijo está profundamente infeliz, o tal vez incluso esté pensando en actos dañinos, involucraría a un terapeuta profesional.
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