El castigo corporal, el castigo físico o, para el caso, cualquier forma de castigo que humille al niño debe ser rechazado, no fomentado.
No hay necesidad de tener un género específico para el maestro, solo un criterio: que la persona sepa cuál es la forma ética y psicológica adecuada para enseñar. Y la humillación no es el camino.