Espero que haya sentimientos de euforia, agotamiento, músculos fatigados, falta de sueño, mareo, mezclado con un sentimiento de urgencia para llegar a una altitud más baja lo antes posible. La mejor descripción que leí del sentimiento de estar en la cima del Everest es:
“¡Oh Dios! ¡Estoy a medio camino! ¡Tengo que bajar de aquí!
Cualquier montañero sensato se daría cuenta de que la tarea de descender es tan peligrosa como la del ascenso, y en el caso del Everest, la ventana para el descenso es estrecha y se cierra rápido y con agotamiento y frío, el anochecer y más tarde la cumbre puede ser mortal. La gente ha muerto en el descenso y, de hecho, es más probable que sucumba a la tentación de descansar y recuperarse en el momento en que es más débil y más propenso a sufrir los efectos de su ascenso.