Creo que aún no has vivido hasta que te empujaron, primero con la cara, al lodo del puro desamor por el matón que es la vida.
Para mí fue en 2009. Perdí todo por lo que no parecía ser una buena razón. Como si todos mis clientes estuvieran de acuerdo, mis contratos se terminaron, dejándome sin ingresos.
Estaba soltero, tenía 32 años y estaba muy endeudado. Y no el tipo de deuda agradable que está respaldada por activos. No, tarjetas de crédito, crédito de la tienda, un préstamo personal y un préstamo de automóvil.
Para empeorar las cosas, no tenía otro lugar al que ir que volver a la casa de mi madre. Era un perdedor bien educado y experimentado que no podía dirigir un negocio, no le importaba conseguir un trabajo o pagar a su manera el alquiler y la comida. Y yo vivía en la casa de mi madre .
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Un buen día estaba sentado en la cocina con mi gorra de béisbol al revés y comía compulsivamente galletas de mermelada con migajas pegadas a mi rastrojo de cuatro días cuando alguien llamó a la puerta trasera. Esto no fue en sí mismo extraño, a menudo recibimos personas en la casa y, inevitablemente, terminan en la puerta trasera porque ahí es donde termina el camino de entrada.
Apenas tuve el respeto propio para levantar la vista de mi taza de té cuando entró. Si alguna vez hubo una criatura mágica, fue ella. Su rostro brillante y hermoso me inspeccionó durante unos segundos y luego se fue a las conversaciones alrededor de la mesa. Me tomé un tiempo para observar este fenómeno mientras ella se burlaba hábilmente de todos con su inteligencia de diamante sin que ellos sospecharan nada. Fue la subversión más hermosa que jamás haya visto.
En ese momento éramos mundos separados. Yo era un hombre fracasado que se aferraba a algunos trozos de mermelada de galletas, ella era la promesa del mejor futuro que un hombre podía esperar.
Su esperanza encendió algo en mí. Me levanté de esa mesa, confundido hasta el final, triste y feliz al mismo tiempo. De repente, tuve un propósito aparentemente sin esperanza al despertar algo de ese antiguo yo que podía luchar por lo que quiere en la vida.
Cinco años después nos paramos frente a nuestros amigos y familiares, prometiéndonos un compromiso de por vida. Era una boda de ensueño que estaba llena de flores de invierno y gente feliz.
(Foto por Nikki Meyer)
Me di cuenta de que tenía que perder todo antes de poder ganar todo. Ahora, cada vez que ese sentimiento vuelve, le agradezco que me haya llevado al verdadero amor y felicidad.