Tenía el problema opuesto, donde eran demasiado egoístas para prestarme la suficiente atención y carecían de la autoconciencia para permitirme ser autoconsciente; que al final es bastante similar, en realidad, a su problema. No hablé con ninguno de ellos durante 10 años mientras me recuperaba. Solo corté el cordón por un tiempo.
Uno debe asumir la responsabilidad por la vida de uno en forma universal. Su interferencia en tu vida no se termina si te permites definir tu identidad en términos de ellos, o a pesar de ellos.
El punto principal es aprender la LECCIÓN de todo esto. Puede llevar algo de tiempo comprender lo que estoy diciendo, pero habrá una ‘reacción en contra’ de su control y enojo, sí. La ira es una forma de hacer que las cosas se muevan, si se usa correctamente. La clave es dejar de permitir que defina tu vida, ya que te controlará a TI, en lugar de a tus padres.
Leí un par de libros sobre control que recomendaría: “Obligados a controlar” por J. Keith Miller, y Si tuvieras padres que controlan: Cómo hacer las paces con tu pasado y tomar tu lugar en el mundo: Dan Neuharth
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Ambos valen la pena. También sugeriría aprender lo que no te enseñaron, que es cómo satisfacer tus propias necesidades de forma autónoma. Tenga cuidado, sin embargo, este deseo también puede desequilibrarse.
Al final, uno debe convertirse en la medida de sus dificultades, y encontrar la capacidad de estar agradecido de ellas ante su crecimiento y armonía posteriormente a ellas.
Hace poco escuché a un amigo describir su tiempo dedicado a enseñar a monjes budistas (él les estaba enseñando ciencias ambientales) que, en algunos casos, habían sido torturados durante años por el ejército chino.
Habló con uno y preguntó si alguna vez tuvieron miedo de la tortura en curso o si había dejado cicatrices desde entonces. Un monje budista dijo: “Mi único temor era perder mi compasión por las personas que me estaban torturando”.
Sería difícil recomendar algún otro curso. Al final, mantener su compasión por las dificultades de aquellos que sufren es el resultado de cierta madurez en su propia práctica espiritual, una vez que puede encontrar el camino medio entre su ira y su deseo de obtener su autonomía.