Pregúntate a ti mismo “¿Qué pasa cuando me vuelvo demasiado sensible?” Responde honestamente: ¿te atienden las personas? ¿Estás ridiculizado? ¿Te sientes validado? ¿Justificado? ¿Protegido? ¿Te hace sentir mejor por no esforzarte tanto como sabes que puedes hacer algo?
Es probable que sea gratificante de alguna manera, sin embargo, abstracto. Por eso continúas el comportamiento. Cree un sistema de recompensas por cada vez que comience a sentirse demasiado sensible pero no se comporte como tal. Por ejemplo, alguien dice algo y te sientes ofendido. Deténgase y diga “Estoy seguro de que no pretendían ofenderme”. Luego, recompénsate por tomar control de tus pensamientos y comportamiento. Pronto se convertirá en quien eres y las recompensas ya no serán necesarias.