Nuestros amigos y familiares ya nos conocen y nos cuidan. Conocen muchas de nuestras fortalezas y debilidades y nos gustan como somos. Si a veces somos groseros o actuamos como idiotas, sabemos que nos perdonarán y (con suerte) no lo tomarán como algo personal. Es probable que asuman que estamos teniendo un mal día y esto es lo que hizo que nos comportemos mal. Hacemos lo mismo por ellos.
Los extraños no nos conocen. Aún no han descubierto nuestras buenas cualidades. Si somos groseros con ellos, pensarán que somos idiotas porque esa es realmente toda la información con la que tienen que trabajar. No han visto nuestro lado bueno, por lo que no tienen ninguna razón para suponer que nuestro comportamiento grosero es atípico.
Si nos preocupa cómo somos percibidos por los demás, probablemente seremos más prudentes y educados con los extraños porque no queremos dejarles una mala primera impresión.
Si son rudos o groseros, ciertamente crean una mala impresión para ellos mismos. Hasta cierto punto también pueden dejarnos confundidos. No sabemos lo suficiente sobre ellos para saber cómo reaccionarán si los confrontamos. No sabemos qué tácticas de comunicación funcionarían mejor para resolver el problema. Puede ser más seguro no confrontarse con ellos, y también es más diplomático y cortés. Podemos perder una batalla pero ser capaces de alejarnos con dignidad.
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