Cortinas de encaje que soplan con el viento suave. Los lirios bailando en su cortina ondulante, tratando de ocultarme o tal vez revelarme, todavía me pregunto. Pero cuando el viento fresco lo toca y luego me toca, encuentro mis cortinas muy sensuales.
Vela derretida aferrándose a su poca luz, parpadeando pero brillante. La cera que fluye tan lentamente por su cuerpo, suave y cálida. No le importa la simetría o la uniformidad. Perdido en sí mismo, simplemente se derrite en sus propias emociones.
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El jabón resbaladizo que huele tan bien. Sigue deslizándose y coqueteando entre mis dedos. Pero unos pocos segundos de estar con él me dejan de nuevo, oliéndolo.
Y a veces el pincel sobre el lienzo. Sus caricias amorosas, a veces mezcladas, a veces sanadoras. A veces húmeda y otras seca, pero muy comprensiva. Es realmente sensual si el pequeño mundo quiere que sea y, en ocasiones, porque el pincel quiere ser, coloreado y con olor a trementina.