El cerebro tiene una sopa de neurotransmisores que flotan alrededor y que interactúan de forma compleja, dando y recibiendo retroalimentación de estímulos externos.
Los niveles de varios neurotransmisores es lo que da forma a nuestros temperamentos y, como muchos aspectos del cuerpo humano, siguen la homeostasis, un retorno a la línea de base. Por ejemplo, después de una buena comida y un montón de luz solar, el estado de ánimo de las personas puede mejorar, pero en general vuelve a la normalidad (en su ejemplo, mal humor).
A veces, las personas sufren traumas severos en el cerebro (por ejemplo, la pérdida de una gran parte del cerebro) y esas personas terminan con una disposición completamente diferente.
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