Al igual que con la mayoría de las características animales, ser observador ocurre en un continuo desde “ajeno” a “obsesionado”. Los mamíferos, como los elefantes y los caballos, tienen tal continuidad entre los individuos de una población. Lo mismo con bonobos y guerrilleros. Y con los humanos.
Hace algún tiempo, Elaine Aron desarrolló una teoría de “personas altamente sensibles” (HSP). Según su trabajo, muchas poblaciones, no solo las poblaciones humanas, tienen aproximadamente el 10% de esa población que son HSP. Estos son los animales en la jungla que son los primeros en escuchar los lejanos sonidos de una amenaza potencial. Son los primeros en escuchar un caudal de agua en un río o en un arroyo, o en oler a un temido depredador. Algunos pueden ser excepcionales al reconocer las sutilezas en el lenguaje corporal o las interacciones sociales que otros extrañarían o ignorarían.
La afirmación de Aron es que las sociedades necesitan HSP. Benefician a la sociedad de maneras obvias. Sin embargo, el beneficio para el grupo también es un costo para el individuo. Las HSP pueden agotarse debido a que sus alrededores ofrecen un aluvión constante de estímulos que les resulta difícil pre-filtrar. Mantener un trabajo en un entorno de oficina caótico, tomar una copa en un bar lleno de gente con un amigo, caminar por un centro comercial, todo puede ser algo abrumador. Ese mismo sistema nervioso de tipo hipervigilante que es esencial en la selva (o cuando se camina por un vecindario “peligroso”) no se puede desactivar cuando el HSP se encuentra en una reunión social o reunión de negocios benigna, donde ese alto grado de sensibilidad no es generalmente necesario.
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