Comenzaré con la segunda parte primero y luego trabajaré con la primera parte en tándem.
¿Alguna vez has sentido la necesidad de impresionar a tus padres? ¿O tu gandma y tu abuelo muy cercanos? Probablemente no. Esto se debe a que existe un instinto humano muy básico que controla de manera diferente nuestra turbulencia de emociones cuando nos encontramos con personas nuevas y con las que hemos conocido durante largos períodos de tiempo.
Hay un sentido de pertenencia que se reúne automáticamente cuando estamos en compañía de nuestra familia, viejos amigos y conocidos. Saberlos a lo largo del tiempo nos ha impregnado con la creencia de que “a estas personas realmente les gusto como soy”. Pero este podría no ser el caso con todas las otras personas nuevas que conocemos en nuestra vida cotidiana. Conocer a alguien durante años nos infunde un sentido de confianza y nos hace confiar en él con nuestro peor lado. Podemos pararnos frente a ellos con nuestro cabello despeinado y despreocupado o hablarles a todos atontados por el sueño de nuestra noche y seguirían siendo tan cariñosos y benevolentes como lo eran. En cuanto a un nuevo conocido, al que nos hemos reunido solo un par de veces, en realidad podría estar interesado en nuestro atuendo externo o un cierto rasgo en nuestro comportamiento, sin el cual, nos tememos, esa persona podría demostrar su falta de voluntad y su falta de disponibilidad hacia nosotros. Lo cual es cierto, en realidad, pero puede que no siempre sea así, porque no todas las personas son huecas.
Por lo tanto, cada vez que nos reunimos con personas nuevas, intentamos poner lo mejor de nosotros, para que la otra persona se interese en nosotros y, con toda probabilidad, encuentre una longitud de onda común para corresponder.
Estoy seguro de que ya has enfrentado algo como esto. ¿Incluso has estado en una fiesta donde tu amigo te presentó a alguien atractivo del sexo opuesto? Si es así, entonces, ¡ya estás sintiendo una sensación de hormigueo en algún lugar! ¡Quizás hayas pensado en hacer chistes inteligentes, comentarios cómicos, gestos divertidos o, peor aún, pensarlo dos veces acerca de cómo te ríes! ¿Por qué? ¡Sencillo! Para impresionar a la persona delante de ti!
Por ridículos que parezcan, estos son los signos que muestran lo difícil que intentamos conquistar a alguien que nos gusta en el instante más primitivo. ¡No somos nuestro ser natural, y nos proponemos poner el rostro de alguien muy agradable lo antes posible! Como resultado, a menudo tendemos a perder la esencia real de nuestras conversaciones al parecer anormalmente superficiales y conscientes de sí mismos. Nuestra concentración y nuestros esfuerzos están tan empeñados en ser conspicuos, que a pesar de ser un intelecto superior, no dejamos una marca en las expectativas que los demás tienen de nosotros. Nos falla nuestra verdadera capacidad para marcar una conversación significativa cuando más se necesita.