¡Absolutamente!
Todo se reduce a la tendencia de que cada ser humano tiene que ser co-dependiente. Tratamos de controlar a otras personas, es solo la naturaleza humana. Tenemos que aprender a amar a nuestros enemigos para no tratar de controlarlos y cómo dejar de lado a los más cercanos a nosotros para no tratar de controlarlos “amándolos” hasta la muerte.
Jesús contó una historia sobre un padre que era realmente bueno en no controlar a su hijo. Su hijo era muy egoísta y tomaba malas decisiones, pero el buen padre lo soltó y le permitió irse e incluso recibir un golpe de todas las cosas buenas que el padre tenía para él.
El buen padre esperó pacientemente y miró al hijo. El hijo tomó muchas decisiones terribles y llegó a un lugar donde apreciaba lo que su padre tenía para ofrecer y regresó. El buen padre corrió hacia el hijo cuando lo vio venir y organizó una fiesta para celebrar la relación fortalecida y restaurada.
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Irónicamente, el hermano que había tomado buenas decisiones en la superficie pero cuyo corazón no estaba en eso, criticó al padre por dejar ir al hermano y recibirlo incondicionalmente. Él todavía estaba tratando de controlar a la gente y era miserable.
Cuando tratamos a las personas estamos en relación con la forma en que el padre en esta historia trató a su hijo, tenemos relaciones ricas y satisfactorias. A veces la gente se va porque les dejamos tomar sus propias decisiones, pero si el amor es real, regresan cuando están listos para recibir lo que tenemos que dar.