Desde que tenía 9–13 años, me quedaba todas las noches para ayudar a mi abuela que estaba conectada a una máquina de diálisis para la insuficiencia renal. Mi familia no tenía suficiente dinero para la atención médica domiciliaria y yo era un niño inteligente, así que me quedaba a pasar la noche, la ayudaba con la máquina y le conseguía las cosas que necesitaba. Veríamos el canal de viajes todas las noches y hablaríamos sobre todos los lugares diferentes que veríamos una vez que le hicieran un trasplante de riñón. Especialmente los lugares fríos como Alaska. Cuando tenía 13 años mi abuela finalmente recibió un trasplante de riñón. Desafortunadamente, poco después de que su cuerpo rechazó el riñón y ella murió por complicaciones de eso. Nunca llegamos a Alaska y perderla fue mi primera pérdida en tiempo real. Esa experiencia me enseñó el valor de la vida, lo fugaz que puede ser y lo importante que es formar lazos con la familia mientras puedas. Ese evento formó mi primer valor fundamental: Familia es Todo y la muerte no espera a que usted haga las paces. Dígales a las personas cuando las cuide, las cosas que valora en ellas y esté verdaderamente presente en los momentos en que esté con ellas.
Mi primer año de universidad dejé una relación que no era saludable. No fue fácil, soy alguien que, cuando amo, amo mucho y soporto casi todo, pero sucedieron eventos en los que tuve que elegirme. Eso me enseñó que está bien que te elijas a veces. Que tengo valor y debería ser tratado como tal. Se creó otro valor fundamental: la única persona autorizada para definirme soy yo.
En 2011 perdí a mi hijo en el 2do trimestre. Ese fue el momento más devastador de mi vida. Sostener su cuerpo sin vida y tener que dejarlo ir se quedará conmigo para siempre. Tuve 2 abortos más después de eso. Cuando llegué a mi hija me aterrorizaba todo el embarazo. Fue un embarazo de alto riesgo que terminó con mi hija en la UCIN y mi corazón en una forma bastante áspera, pero estaba tan feliz de estar viva y de tener el privilegio de criar a un hijo. Fue a través de la pérdida de mi hijo y de tener a mi hija que aprendí a valorar la maternidad y a reconocer que solo tienes una oportunidad de ser un padre para tu hijo y aprovecharla al máximo.
Cuando mi hija tenía 8 meses, le diagnosticaron el síndrome de Sotos. Obtener un diagnóstico así para mi único hijo cambió mi mundo en su eje. Cuando recibe un diagnóstico de necesidades especiales para su hijo, puede ser aterrador. Te puede hacer sentir como si estuvieras solo. Ver a su hijo conectado a las máquinas, esperar los resultados de las pruebas, varias terapias, especialistas y cirugías puede ser intenso. Pero también puede ser asombroso. Nos dieron una larga lista de cosas que quizás nunca haga y, a veces, a veces la vemos romper esos límites a medida que envejece y no hay nada menos que mágico. Criarla me ha mostrado el valor de la perseverancia, mantener la esperanza, y tomar la vida como es y vivirla.
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