Poner a los demás ante ti mismo no es amabilidad. Es docilidad. Es la codependencia. No te hace una buena persona; te hace un felpudo.
Las personas más compasivas del mundo, las personas que son verdaderamente amables, las que son verdaderamente consideradas, también tienen los mejores límites. Si no tiene y afirma límites personales, nunca puede ser realmente compasivo.
Eso no suena, a primera vista, como si tuviera sentido. Pero aquí está la cosa: la compasión significa ver lo mejor en los demás. Significa empatizar con sus luchas y buscar lo que es bueno en ellas. Para hacer eso de una manera saludable, debes estar lo suficientemente seguro de ti mismo y de tu propia identidad como para no perder tu identidad en la de ellos. Si intenta empatizar sin tener buenos límites personales, se convierte en la víctima perfecta: fácil de manipular, fácil de controlar, fácil de descartar.
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