Mantuve esta pregunta abierta en mi computadora por unos días, debatiendo si quería responderla o no … o si podría responderla con la verdad.
Permítanme comenzar con una hija de dos años con el hombre que me maltrató de muchas maneras durante casi tres años. Puso su vida, la vida de mi hija y mi propia vida en peligro varias veces cuando estaba enojado. Sin embargo, aquí estoy hoy para contar la historia.
La primera vez que me llamó un nombre grosero, lo perdoné.
La primera vez que me empujó, lo perdoné.
La primera vez que me golpeó, lo perdoné.
La primera vez que dejó moretones, lo perdoné.
La segunda vez que hizo todas estas cosas, otra vez lo perdoné.
Lo perdoné en esos casos bajo la premisa de que nunca volvería a suceder, que lo lamentaba tanto y que se sentía como un error después de que todo sucediera. Porque me amaba, y maldición si yo no lo amaba también y pensaba que quería decir que realmente sería la última vez.
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Finalmente escapé de su bodega el 6 de marzo de 2015. Llamé a la policía y lo arrestaron después de que él involucró un arma en un altercado en el que mi hija estaba en mis brazos.
Hoy, cuando la gente dice que nunca lo perdonaré, les digo que están equivocados. Lo he perdonado por lo que me hizo. Siempre lo perdonaré por lo que me hizo porque lo permití. Le permití que me abusara, y al final me defendí. Pero NUNCA lo perdonaré por lastimar a nuestro niño de cuatro meses. Un bebé precioso que no le había dado nada además de querer su amor y atención.
Las personas perdonan a los abusadores porque el corazón tiene demasiado peso como para guardarles rencor y odiarlos. Lo odio por lo que hizo, y la persona en la que se convirtió. Lo odio por las promesas que hizo y rompió. No lo odio por dar a mi hijo. No lo odio por enseñarme tanto sobre quién soy como persona.