¿Cuál es la mejor descripción que puedes escribir sobre un chico realmente guapo, con una tez clara, ojos cavernosos dorados y un cuerpo perfectamente construido?

Él era, bueno, diferente de todos los demás. Era guapo, quizás no en el sentido convencional, pero tenía esa apariencia que podía hacer que se destacara entre la multitud. Era justo, casi blanco pálido. Sus insondables ojos dorados contrastaban excepcionalmente con su rostro de tonos claros. Sus ojos eran tan profundos y expresivos, donde podrías perderte si mirabas el tiempo suficiente. Su rostro tenía esa mirada lejana, que no se puede describir con palabras. Su sonrisa, que llegó hasta sus ojos y los arrugó, hizo alarde de su modestia y humildad. A menudo, se podía ver una pizca de dolor en sus ojos brillantes, que desaparecería tan repentinamente como surgió. A veces hablaba demasiado rápido, lo que tal vez revelaba cuánta agonía ocultaba dentro de sí mismo. Por encima de todo estaba su cuerpo y su estatura. No era extremadamente musculoso, con 8 abdominales o bíceps de 16 cm. Sin embargo, podía sobresalir en una multitud, que se debía principalmente a su forma de comportarse. Tal vez él no era el tipo de chicas que se desmayaban sobre él. Pero él era simple e inocente. Tal vez era, solo uno en un millón, que no era “nada especial, pero al mismo tiempo único”.