Resulta que vivo con un francés como compañero de cuarto. Aunque es francés de nacionalidad, es étnicamente kurdo y, por religión, musulmán. En contraste, soy un cristiano indio.
Sucedió por casualidad, tengo un amigo que lo conoció en una mezquita cuando él buscaba un lugar para quedarse. Le ofrecí alojamiento temporal en mi apartamento, pero ya hace 6 meses que terminó viviendo conmigo. La razón de esto es porque la experiencia fue tan positiva. A pesar de que nuestras culturas son tan diferentes, nos llevamos muy bien.
Vivir con un extranjero te da una nueva perspectiva de la vida, despeja los malentendidos y la desconfianza que puedes haber creado falsamente en tu mente acerca de un país o una religión. Hemos pasado muchas noches hablando de religión, política, etc. Muchas veces hemos estado en desacuerdo, pero nunca hemos faltado al respeto del derecho del otro a opinar. También aprendes a tomar prestados los mejores aspectos y prácticas de otra cultura y te superas a ti mismo como individuo al mismo tiempo que desafías los aspectos menos beneficiosos de la tuya. Y tienes la oportunidad de experimentar deliciosas cocinas extranjeras.
Si bien para mí esta experiencia ha sido muy positiva, debo decir que tuve la suerte de tener a alguien de mente abierta y dispuesto a hacer ajustes. Yo, como persona, también soy el mismo. Estoy seguro de que la experiencia variará de persona a persona, pero aún creo que tenemos mucho que aprender unos de otros como ciudadanos globales, por lo que esta es una experiencia que todos debemos tener.
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