A medida que envejecemos, nuestro cerebro se vuelve más capaz de captar información y de procesar esa información. Esto incluye nuestra capacidad de diferenciar la realidad y la fantasía.
En general, todos los niños perderán a sus amigos imaginarios cuando crezcan porque su enfoque cambia. Los niños con familias religiosas por lo general tardan mucho más tiempo en hacer esto dado a su educación.