El amor, como todas las demás emociones fuertes, no requiere ninguna razón.
Sin embargo, a menudo nos criamos en una sociedad (escuelas, familias, medios de comunicación, gobierno, trabajo, etc.) donde todos los deseos y decisiones se enfrentan a preguntas como “¿cuáles son sus razones para hacerlo? ¿Por qué quieres eso / no quieres eso?
Este entorno nos engaña al creer que las razones y la elección racional son la única base válida para nuestras decisiones. A menudo, en realidad elegimos o decidimos un curso de acción basado en la emoción, la intuición o un sentido inexplicable, y luego intentamos generar razones para apoyar nuestra elección.
Las madres a menudo toman decisiones basadas en sus creencias sobre la vida y eligen tener hijos con la esperanza de que puedan moldearlas de una manera positiva.