Era una atracción salvaje y frenética. Una colisión magnética de cuerpos ampollados. Una emoción que amenazaba con cegarme.
El mero pensamiento de él impulsó sangre caliente a través de mis extremidades, alcanzando un punto de ebullición alrededor de mis costillas.
La mera presencia de él era algo hipnótico. Tomé conciencia de los músculos que nunca me había molestado en notar en nadie más. La forma en que su hombro se onduló cuando me alcanzó. La forma en que su mandíbula se tensó cuando estaba encima de él. La forma en que sus dedos recorrían mi piel, mezclándose a través de mi cabello.
Era lujuria disfrazada de amor. Podría perdonar todos sus defectos solo por un fugaz sabor de su piel.
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Era un encanto innegable. Un tirón físico, tirando de mi fuerza de voluntad a la oscuridad.
Fue peligroso. Fue una locura. Estableció todo en hiper-unidad.
Estaba brillando el éxtasis cuando él se movió dentro de mí.
Fue un pánico cuando otros querían deleitarse con su belleza también.
Tenía un encanto cautivador, sin siquiera intentarlo. Una vez, me corrigió diciendo ‘No Katie, eso no era jodido . Hicimos el amor ‘. Esa frase envió choritos que me azotaban la cabeza.
También tenía inseguridades sorprendentemente impactantes. Su lucha por la perfección era ilimitada. Una vez, me dijo que necesitaba duplicar sus sesiones de gimnasio porque estaba engordando.
Ese día, conté seis, ondeando músculos abdominales sobre él. Y luego me envolví alrededor de él, y conté las pequeñas pecas salpicadas en la parte posterior de su cuello.
Era una magia febril. Y una amarga obsesión.
Era un enamoramiento, un encanto con la química que se desarrollaba entre nosotros.
El era hermoso Todavía lo es. Tenía una cara que hacía que la gente lo detuviera en la calle para decirle a qué actor famoso le habían recordado. Tenía un cuerpo que hacía que los hombres se detuvieran solo para preguntarle por sus secretos de entrenamiento.
Tenía un toque que hizo que mi interior se estremeciera, brotando en las yemas de mis dedos. Tenía ojos que hacían que mi piel se erizara y mi pecho se ahogara. Tenía labios que me descongelaron por completo, convirtiéndome en lava frenética.
¿Qué pasa con las cosas bellas que nos hacen perder la cabeza? ¿Por qué buscamos desesperadamente semejante belleza? Me imagino que es por las mismas razones que no buscamos el dolor. Debido a las sensaciones extremas que crea dentro de nosotros.
Me envió volando, disparándome hacia el cielo. Me consiguió alto, en todos los sentidos de la palabra.
De hecho, su cuerpo resplandeciente, que yace sin aliento junto a mi forma acristalada, podría ser la cosa más fascinante que jamás haya visto.
Hasta que el hechizo se rompió.